La dislexia es un trastorno de origen neurobiológico y genético. Conlleva una dificultad particular en el reconocimiento de palabras que está principalmente relacionada con el componente fonológico del lenguaje. Los niños y niñas con dislexia tienen dificultades para pensar en los sonidos de las palabras, aprender las reglas de conversión grafema-fonema, acceder rápido a la memoria fonológica, y leer con fluidez y expresividad. Como consecuencia de todo ello, su nivel de comprensión es bajo, si bien no por un déficit específico en la comprensión lectora, sino por tener que dedicar demasiado esfuerzo a realizar procesos tan básicos como el reconocimiento y decodificación de las palabras que leen.
Estas dificultades tienen consecuencias tremendamente negativas en el resto de los aprendizajes, dado el carácter curricular básico de la lectoescritura. Además, teniendo en cuenta el origen genético de la dislexia (e.g., Mascheretti et al., 2020), estas dificultades están presentes durante todo el ciclo vital. Así lo ponen de manifiesto determinados estudios con población adulta, en los que se encuentran dificultades en una buena cantidad de tareas de lectura y escritura, tanto en español (Coalla & Cuetos, 2015) como en otros idiomas (Reis et al., 2020). Los problemas en fluidez lectora y las faltas de ortografía son algunos de lossíntomas más habituales(Negard-Nilsen & Hulme, 2014), si bien las dificultades parecen manifestarse con mayor claridad en las medidas de velocidad (Reis et al., 2020), Estos resultados ponen de manifiesto que la atención a las personas con dislexia debe extenderse más allá de los años escolares, e incluir medidas que compensen dichas dificultades. Dada la importancia de las medidas temporales y de los problemas de fluidez lectora, una de las opciones consiste en dejarles más tiempo para la realización de los trabajos y las pruebas de evaluación.
Por otra parte, una atención más concentrada en la evaluación de los contenidos de los trabajos y no tanto de los aspectos formales y errores ortográficos es otra de las medidas que se deberían tener en cuenta. Además de estas medidas, el uso de herramientas tecnológicas que permitan convertir el texto a voz, o el uso de ordenadores, deberían estar accesibles y permitir su uso a las personas con dislexia. Este conjunto de medidas se aplica a la evaluación propiamente dicha, si bien también se deben considerar otras que permitan que se puedan seguir las clases con normalidad, tales como el uso de grabadoras, la disponibilidad de los materiales con tiempo suficiente, e incluso la adaptación de dichos materiales a un tipo de letra y con un espaciado que facilite su lectura (Bachmann & Mengheri, 2018; Bertoni et al., 2019). En resumen, las dificultades lectoras de las personas con dislexia se manifiestan durante todo el ciclo vital, debiendo considerarse medidas de adaptación curricular en todas las etapas educativas, incluyendo también a la población adulta.
Nicolás Gutiérrez Palma
Departamento de Psicología.
Universidad de Jaén